Acompañarte a crecer

Hace muy poquitos días cumpliste cuatro años. Volviendo la vista atrás, mentiría si te dijera que ha sido un espacio de tiempo sencillo.

Tu llegada al mundo fue una bendición, lo más bello que he vivido nunca. Pero, por contra, fue para mí una época con muchísimo trabajo -más del que quise- donde no pude (o no supe) estar todo el tiempo que nos necesitamos.

Mamá y yo ideamos una fórmula para poder compatibilizar el hecho de estar contigo y trabajar. Y fue tener todo en el mismo edificio: su consulta, mi oficina y nuestro hogar. Tres espacios diferentes en tres plantas distintas que no se comunicaban entre sí pero que nos hizo poder ir uno a otro en apenas segundos. Aquel primer hogar conjunto que ahora llamamos «la casa de Madrid» y que hace unos meses cambiamos por «la casa bonita».

Aquí estamos mucho mejor. Tenemos infinitamente más espacio donde corretear contigo, ¡hasta podemos saltar en una cama elástica! Aún no sé si siento que me he perdido algunas cosas de tus primeros cuatro añitos. Aunque supongo que el simple hecho de que esto ronde en mi cabeza ya implica su propia respuesta.

Estoy mucho más satisfecho en este momento y lugar. Siento que -ahora sí- puedo acompañarte a crecer.